miércoles, 15 de agosto de 2007

¡A BEBER DEL GRIFO!

Desde hace dos años KuanUm! realiza el taller "Aigua clara, aigua tèrbola" para el Departamento de Patrimonio Cultural de Viladecans, donde trata de poner en valor el patrimonio del agua, tan vital para todos y tan importante en una comarca como el Baix Llobregat.


En el taller se realizan catas de agua, se degusta la hierba salada que crece en el delta del Llobregat (un tipo de salicornia que puede verse en la imagen), diversas especies florales y se hace un paseo interactivo al objeto de reconocer algunos de los elementos relacionados con ese tipo de patrimonio. Por eso, nos ha sorprendido agradablemente encontrar este artículo publicado desde Nueva York por Idoya Noain en la versión digital de el Periódico en su edición del 15 de agosto de 2007.

"En Chappaqua, un pueblo de Nueva York que Bill y Hillary Clinton pusieron en el mapa al comprar allí una casa en 1999, una de las últimas novedades en la oferta de restauración es Via Genova. Su particularidad es que se trata de un "bar de agua" y el producto estrella es, simplemente, eso: H2O. O no tan simplemente. Se puede elegir entre 80 variedades y la cuenta por el líquido elemento puede ser difícil de digerir: hay una botella de agua injertada con cristales de Swarovski por la que se pagan hasta 40 euros. El bar no habría conseguido la atención que ha generado si Estados Unidos no viviera este verano lo que ya se conoce como la guerra del agua, un enfrentamiento entre la industria embotelladora de agua, activistas medioambientales y las autoridades. En cuestión está la lógica de gastarse millones de euros al año en un producto que se consigue casi gratis con el mero gesto de abrir un grifo. Pero la batalla tiene también ramificaciones políticas y medioambientales.Cerrar el grifo públicoLa guerra se abrió en junio, cuando en la Conferencia de Alcaldes de EEUU, el de San Francisco, Gavin Newsom, hizo público un estudio sobre el impacto del agua embotellada en el medioambiente. Newsom fue más allá y prohibió en San Francisco el uso de fondos públicos para comprar agua embotellada. Después, Salt Lake City y Minneápolis siguieron su ejemplo.Nueva York se sumó a la campaña en julio, cuando el comisionado de salud, Thomas Frieden, mandó convoyes de voluntarios por barrios como Harlem y el Bronx regalando botellas a los ciudadanos e instándoles a abrir sus grifos y rellenarlas. Y esta misma semana un político de Chicago, George Cardenas, ha propuesto gravar el agua de botella. Aunque la propuesta de Cardenas ha dejado helados a algunos, su razonamiento no está exento de sentido común y político: si se usa menos el sistema público de agua este se deteriora y recibe menos inversiones, y es entonces cuando se pondrá en peligro la calidad del agua del grifo, que ahora supera en casi todo el país todos los estándares y controles del agua embotellada.De ese riesgo avisaba también no hace mucho The New York Times en un editorial titulado En elogio del agua de grifo, en el que se aseguraba: "Cuanto más opten los ricos por no beber agua de grifo, menos apoyo político habrá para invertir en el mantenimiento del sistema público de aguas y eso sería una grave perdida". El texto aportaba además interesantes cifras: si los ocho vasos diarios recomendados se beben de agua embotellada, el coste puede superar los mil euros al año. Abriendo el grifo la factura se queda en 36 céntimos.En un país cuya ciudadanía va muy por delante de su Gobierno en la toma de conciencia medioambiental, uno de los mayores problemas del agua embotellada es la contaminación. Y es grave, según las cifras del Earth Policy Institute de Washington: hacen falta 1,5 millones de barriles de petróleo para hacer las botellas de plástico que los estadounidenses usan anualmente, suficiente para llenar los depósitos de 100.000 coches al año. Aparte hay que contar todo el combustible que se emplea para transportar y refrigerar el agua embotellada. Y, para colmo, solamente el 23% de las botellas se reciclan.La industria contratacaSería de ingenuos pensar que la industria del agua embotellada, que genera casi 12.000 millones de euros anuales en EEUU y crece a un ritmo de entre el 20% y el 30%, se iba a quedar de brazos cruzados ante el embiste, al que se han sumado restaurantes de lujo, como el de Mario Batali, que ya solo dan a sus clientes agua de grifo, aunque en otros haya aparecido la figura del sommelier de agua. No hay día en que Joseph Doss, presidente de la Asociación Internacional de Agua Embotellada no haga una declaración defendiendo las ventajas de su producto frente a bebidas mucho menos sanas, como los refrescos carbonatados. Y su organización ha pagado anuncios a toda página en The New York Times y el San Francisco Chronicle defendiendo el agua de botella y su compromiso con el reciclaje. La guerra ha puesto de manifiesto también que mucha del agua embotellada no es más que agua del grifo purificada, y PepsiCo, por ejemplo, ha pasado un mal trago y ha tenido que reconocer en nuevas etiquetas que eso es lo que da cuando cobra por Aquafina."

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