sábado, 26 de febrero de 2011

LA COCINA EN SU TINTA, EN LA BIBLIOTECA NACIONAL DE MADRID

Entre los días 22 de diciembre de 2010 y el 13 de marzo de 2011, en la Biblioteca Nacional de España, y organizada con el patrocinio de Telefónica, puede visitarse la exposición La cocina en su tinta, un recorrido por la evolución de la gastronomía y de la cocina desde la Edad Media hasta la actualidad, a través de la colección de materiales que atesora la Biblioteca sobre esta materia: manuscritos, libros, revistas, fotografías, carteles y etiquetas publicitarias, música, etc. A todo esto se suman testimonios audiovisuales de algunos de los restauradores españoles más importantes.

Comisariada por Ferrán Adrià, Isabel Moyano y Carmen Simón Palmer, la muestra aborda la gastronomía desde diferentes vertientes: la importancia del buen uso de la alimentación para combatir enfermedades y epidemias que la Escuela de Salerno representó desde el año 1000; la aparición de los primeros tratados de higiene, sin olvidar los avances científicos y técnicos del siglo XVIII para el cultivo de los alimentos; la importancia de las formas y el comportamiento en la mesa, y presenta la evolución en las costumbres, la innovación en los productos, la influencia de la religión en los hábitos alimenticios, además de recetarios, menús de cenas reales, etc.

Algunos de los testimonios escritos más antiguos que se exponen datan del siglo XIV, como el Llibre del Sent Sovi, fechado hacia 1324, obra fundamental para conocer la historia de la alimentación europea en la Edad Media, o el Libro de Horas de Carlos VIII. Destaca un ejemplar del Dioscórides en el que se pueden descubrir algunos de los alimentos procedentes de América; el Llibre de Coch, del cocinero del rey Fernando de Nápoles, Rupert Nola, considerado el primer recetario escrito en España, hacia 1490. Otras obras destacadas son Opera, de Bartolomeo Scappi, libro esencial de la cocina europea editado en 1570; la obra de Juan de la Mata, repostero jefe de los primeros Borbones; o El Practicón, de Ángel Muro, auténtico best-seller del género en el siglo XIX.

Un placer para la retina de los que amamos la cocina.

viernes, 11 de febrero de 2011

CONTRA EL VIENTO Y CON GLAMOUR: COMER EN EL ORIENT EXPRESS

La idea de crear un servicio de pasajeros que uniese Europa Occidental con el Sudoeste Asiático surgió de Georges Nagelmackers, creador de la francesa Compagnie Internationale des Wagons-Lits. Esta compañía, creada en 1872, había sido la primera en Europa en introducir coches cama y vagones restaurante en los trenes. De ésta manera, el 4 de Octubre de 1883, la compañía inauguró el entonces bautizado Express d'Orient. En la época, el tren salía dos veces por semana de la estación del Este (Gare de l'Est), en París, y terminaba en la ciudad de Giurgiu, en Rumania, pasando por Estrasburgo, Múnich, Viena, Budapest y Bucarest. De Giurgiu, los pasajeros eran transportados a través del Danubio hasta la ciudad de Ruse, en Bulgaria. De allí otro tren los llevaba hasta Varna, donde podían tomar un ferry para Estambul.

Conocemos el contenido de uno de los primeros menús servidos a bordo (10 de octubre, 1882),  a saber:  ostras, sopa con pasta italiana, rodaballo con salsa verde, pollo a la cazadora', filete de ternera con patatas "château"', "chaud-froid"de animales de caza, lechuga , chocolate con leche y buffet de postres, sin duda ¡una delicia!.
 
La vieja estación de Estambul
y el museo a la izquierda

En 1885 el Expreso de Oriente ya contaba con salidas diarias de París a Viena, desde donde, además de las dos salidas semanales hasta Giurgiu, se creó otra alternativa, que salía de Viena hasta Nis, en Yugoslavia (actual Serbia), pasando por la capital Belgrado. De Nis, como los caminos ferroviarios en Bulgaria estaban incompletos, los pasajeros cruzaban la frontera usando carruajes hasta la ciudad de Plovdiv, donde tomaban otro tren hasta Estambul.

En 1889 se termina la línea hasta la propia Estambul. En esa época, el servicio diario de París comenzó a ir hasta Budapest. Tres veces por semana el tren se extendía hasta Estambul, pasando por Belgrado y Sofía. Incluso en Budapest, una vez por semana el servicio iba hasta Constanza, en el Mar Negro, pasando por Bucarest. En 1891 el nombre oficial pasó a ser Orient Express.


"Eligiendo menú" dos jóvenes comensales KuanUm!
Los que aún a principios de la década de 1980 tuvimos la fortuna de viajar en el heredero de éste tren, recordamos bien la experiencia (te acuerdas, Marisol), la compañía de sus pasajeros de primera, ataviados con sombreros tiroleses, la aventura de un viaje sin duda singular, la imagen de cómo el hielo se extendía por alguno de sus vagones, al atravesar los gélidos territorios de una flamante vieja Europa, camino del próximo oriente... aunque en aquella ocasión, nuestro destino era Budapest .... 

Diversas piezas de vajilla metálica utilizada en el restaurante del tren


En nuestros días aún podemos disfrutar de manera callada del glamour de éste viaje, porque hace años que el Orient Express tiene su propio museo, en Estambul, en la estación que en su día fue el final de un trayecto.

En el lado europeo de Estambul, en concreto en la zona de Eminönü, se halla la estación de Sirkeci. La historia de la estación comienza cuando a finales del siglo XIX, el sultán Abdülaziz permitió extender el ferrocarril a lo largo de la costa del Mármara, hasta llegar al centro comercial de la que entonces era capital del Imperio Otomano.

El edificio principal se inauguró en 1890 y fue construido por un arquitecto prusiano, con un estilo arquitectónico ‘orientalista’. Esta inauguración coincidió con la prolongación del Orient Express hasta Estambul.

París, Estrasburgo, Karlsruhe, Stuttgart, Ulm, Múnich, Viena, Budapest, Bucarest, Varna… 80 horas para 3094 kilómetros, los de un tren mítico cuyo primer servicio fue despedido de París con los acordes de la Marcha Turca de Mozart.

Aún hoy, si tenemos la fortuna de visitar Estambul, podemos comer en un singular restaurante llamado precisamente Orient Express, que se encuentra en el mismo edificio de la estación de Sirkeci.  Éste lugar fue punto de encuentro de viajeros, periodistas y aventureros a partir de los años 50, cuando Occidente comenzaba a redescubrir la grandeza de Estambul.

El edificio de Sirkeci, que conserva su encanto original, se encuentra en el corazón turístico de Estambul.
Entre los fondos del Museo podemos contemplar con nostalgia las delicadas vajillas que podían disfrutar los pasajeros acaudalados en su restaurante, mientras gozaban del paisaje en éste viaje que el tiempo, determinante él, no podrá borrar nunca de algunas retinas.


Imágenes de los diversos objetos conservados en relación con este mítico tren

jueves, 10 de febrero de 2011

AL RICO PASTELITO... ROMANO, POR FAVOR

Las arqueólogas Macarena Bustamante Álvarez, de la Universidad de Cádiz y Maria Eulalia Gijón Gabriel, en el Boletín del día 2 de octubre de 2010, Ex/Officina/Hispana, de la Sociedad de Estudios de la CerámicaAntigua en Hispania (SECAH), dan a conocer un fragmento de matriz, posiblemente bivalva y realizada en cerámica, de lo que han dado en identificar como un molde romano de pastelería.

Imagen del artículo de Macarena Bustamante y Eulalia Gijón

El ejemplar procede de un basurero romano localizado extramuros de la ciudad de Augusta Emerita (Mérida, Badajoz), fechado en la mitad del II d.C.

Molde procedente de Augusta Emerita
donde se perciben los rasgos
morfológicos fundamentales de estas piezas
 (Bustamante, Gijón y Olmedo, 2010).

Su descripción es la siguiente: “La pieza presenta las siguientes dimensiones: la zona más ancha conservada posee 7 cm., la zona más alta 10 cm. y un grosor de paredes de 1’5 cm.

La zona interna presenta en negativo la parte trasera de un bóvido, diferenciándose el lomo así como un rabo replegado y acabado de manera puntiaguda.

La escena aparece delimitada por una orla lisa de aproximadamente un centímetro de espesor. Es de resaltar el retranqueo de la orla en la parte inferior de la pieza permitiendo la creación de una gruesa peana. La zona exterior se presenta con un acabado exquisito, alisado y muy alejado de los moldes destinados a la producción cerámica (…)”

Las autoras concluyen por tipología y acabado que se trata de una pieza posiblemente fabricada en el norte de África.

Las investigadoras aseguran estar ante un molde de pasteles a repartir en comidas públicas (sic), para lo cual se basan en las siguientes razones: “La no aparición de piezas en positivo, su buen acabado tanto en su parte externa, como en su parte interna y sobre todo su hallazgo en contextos vinculados a labores de panificación, como demuestran los estudios realizados en Ostia por Pasqui (1906) o Floriani Squarciapino (1954), nos permiten barajar esta posibilidad.

Para el caso hispano han sido pocos los ejemplos localizados, destacándose la reciente publicación de un molde completo en Mérida, donde se pueden apreciar los rasgos fundamentales de estas piezas (Bustamante, Gijón y Olmedo, 2010), y otro procedente de Córdoba (Ventura, 2002).

Moldes metálicos del Museo
 de Nápoles (fotografia KuanUm!)


Para saber más sobre el tema...

BONIFAY, M. (2004): Etudes sur la cerámique romain tardive d’Afrique, BAR International
Series, Oxford.
 
BUSTAMANTE, M., GIJÓN, M.E. y OLMEDO,A. (2010): “A New Terracotta Mouldin Augusta Emerita”, XI Coloquio Internacional de Arte Romano Provincial. Roma y los modelos de difusión. Mérida,2009.

FLORIANI SQUARCIAPINO, M. (1954):“Forme Ostiensi”, Archeologia Classica,noticias secah

INVENIT GRATVLARI